Ir al contenido principal

Sobre la poesía y el poema


El poema no significa poesía.

Partiendo de esta afirmación inicié la búsqueda del porqué en solo muy pocos poemas encuentro la poesía: el lenguaje, la significación, aquello que invita al movimiento, al ritmo; ese ritmo que se presenta en todo lo que existe empujada por la voluntad: la acción.

Algunas veces, leyendo una obra literaria, una pintura, una escultura, la música, etcétera, me encuentro ante la imagen, el resultado de lo que me ha proyectado lo que he visto. Despierta en el inicio, en el principio de todo lo que soy, una suerte de sentimientos que se exaltan cuando se encuentran ante lo poético.
La poesía no es el resultado solamente de la participación del que escribe y el que declama; es decir, no se encuentra exclusivamente en el poema. En lo plástico también encontramos eso que buscamos todos los que deseamos ir más allá de los sentidos humanos. Por ejemplo, en la pintura: cada color y trazo tiene una razón de ser y por ende una significación: ningún color está plasmado por el destino azaroso; por el contrario, cada color grita su participación en la pintura, cada una de las líneas que forman figuras están siendo parte de ese lenguaje que se expresa y conecta con el que ve la pintura: es una comunicación, un diálogo que va más allá de lo material. Ahí encontramos un nuevo lenguaje, tal vez, el primigenio, aquel que existe desde antes de ser materia. Cuando ese dialogo aparece encontramos sin duda a la poesía, porque la obra ya nos ha convertido en imagen: la imagen del poeta transforma al receptor en imagen.

Es por ello que no todo poema es poético. Si bien se puede leer un poema desde el punto de vista crítico, académico, estilístico, métrica, etcétera, no lográremos sino ver el empaque, la estructura. Podríamos decir que cumple con los requerimientos de la retórica. Es admirar la jaula de oro aunque el ave siga extraviada. Lo que deberíamos buscar es esa ave: la poesía. El ritmo son las alas de esa ave –no hablo de la rima-, que nos elevará a cierto destino en donde las imágenes vivas existen, porque el ritmo es movimiento y acción que tiene efecto y consecuencia en cada ser vivo. El ritmo pausa, acelera, choca, sube, baja, se extiende o se contrae, causando el mayor impacto en el alma, en lo que existe, en el pensamiento. Ahí es donde nos recrea, nos revive, forma y deforma lo que somos: la energía. Pero no hay peligro en dejarse llevar por el ritmo poético, por las frases poéticas, pues de ello se alimenta la esencia primera. Acaso no importa lo que queramos pues cuando nos topamos ante la poesía dejamos de tener voluntad sobre nosotros mismo; pasamos a ser parte de un todo: de una pieza, a ser todas las piezas.

El paso de la poesía deja marcas indisolubles en nuestro pensamiento que sirven para el enriquecimiento personal, por eso es que hay que dejar libre al poeta, para que pueda dar pasos fuera del círculo estilístico establecido. Es por ello que los grandes poetas se recuerdan. No importa que lo hecho se salga de lo convencional y sea innombrable el resultado –en el futuro se bautizará ese nuevo estilo. Un ejemplo del resultado de ese salto es la prosa poética, porque claro, en la prosa también se encuentra el ritmo-. Mucho mejor salirse de los paradigmas, pues ahí se encuentra lo nuevo, lo diferente, las nuevas formas de expresión y  de lenguaje que nos harán encontrar nuevos mundos poéticos y el redescubrimiento de sentimientos que creíamos muertos.

El poeta escribe por el deseo a tener una mejor realidad que calme sus arrebatos de cólera al verse sumergido en un mundo que le parece tan apocalíptico. En el lenguaje encuentra el medio de expresión necesario para comunicarse: la poesía.

La poesía es lo que debe buscar el poeta y no nada más las formas, pues de éstas estamos llenos, y en las estructuras, en lo inanimado solo se encuentra la inacción, el estancamiento que es reflejo indiscutible de nuestra sociedad.




Comentarios

Entradas populares de este blog

La violencia como producto de la sociedad (ensayo leído en el encuentro)

La violencia en nuestro país es un reflejo de nosotros mismos: de todo lo que hemos dejado de hacer en conjunto por el bien y mejoramiento de nuestra sociedad. La historia de México se ha vivido en un marco de violencia desde antes de la conquista hasta nuestros días: somos un país que está aprendiendo a vivir en libertad. No debemos olvidar que somos una nación muy joven con poco más de 200 años de ser una nación independiente. No podemos esperar estar en niveles de calidad de vida comparables con naciones como lo son las llamadas de primer mundo, pues ellos son el resultado de su vasta historia, en las que ya cometieron sus propios errores y de ellos aprendieron. Ahora nos toca aprender de los nuestros. Hay que tomar en cuenta que el ejercicio y aplicación de nuestras libertades las hemos podido ejercer apenas hace muy pocos años y es por está razón que muchos no saben qué hacer con esa libertad: para ser libres hay que saber serlo. Es palpable la violencia dantesca que

Nace un nuevo sello editorial: Capítulo Siete

Amigos, les comparto con mucho gusto este nuevo proyecto editorial que me honra dirigir y que nace de la mano conjunta de los poetas y editores Cristina Arreola Márquez (encargada de la dirección editorial), Mario Islasáinz, al igual que un grupo más de profesionales. Capítulo Siete es un proyecto que hemos estado trabajando desde hace varios meses. La fecha de lanzamiento será en febrero de 2018 junto con nuestro sitio web, pero nuestras redes sociales estarán activas a partir de enero. Capítulo Siete es un proyecto hermano de Revista Monolito; es decir, seguirá funcionando con normalidad pero de manera independiente al sello editorial, aunque trabajando en colaboración en lo que respecta a la difusión por parte de ambos proyectos. Les agradezco mucho la confianza que han tenido en nuestro trabajo desde hace ya 6 años que iniciamos con la revista, y les pido la extiendan a Capítulo Siete. Pasen la voz. Febrero 2018. Juan Mireles

Serie de minificciones "Los amores"

I Descubriríamos después de mucho tiempo que, tal vez, no todo fue tan malo, y ese “no todo” tendría que corresponderte. II En la distancia nos reencontraremos, dijeron, que en la muerte seríamos otros y nos reconoceríamos. Hoy estoy aquí en mitad de la nada, esperándote: no llegas. III Acabaríamos mal, eso pensamos desde el inicio, nos sabíamos lejanos y lo intentamos, por necios, porque a veces vale la pena engañarse, seguir el juego de la inocencia. IV Lo nuestro no fue amor a primera vista, más bien fuimos construyendo algo importante con el paso de los días y las semanas; aquello más tarde se elevaría de tal manera que haría perdernos en la infinitud de la incertidumbre. Allá seguimos: quién sabe qué esté pasando con nosotros. V  Pensábamos la muerte cuando hablábamos de qué hacer si el otro faltara, que la ruptura sería trágica, y pensarlo se hacía insoportable; sin embargo,  hoy, cada quien sigue caminando por ahí, enamorándose de otras caras,