El poeta ya tiene muchos años, tantos que olvidado por el tiempo, callado, como ausente, medita; sobre la primera piedra de un país por el que sigue luchando empecinadamente. Escribe sobre el barniz de un cielo opaco, toda su poesía. Otro, joven, lo ve desde lejos para no distraerlo: no le habla, no le hace señas, sigue de largo para evitarle al poeta un encuentro con el futuro, su realidad. Dejó al poeta para que se curara sus heridas, “que siga pensando en sus tiempos, que se resuelva”. Entonces el joven dio vuelta en la esquina, se perdió en las calles y dijo: “toca abrirme la piel, para que la sangre hable de estos tiempos. Ya buscaré algún día mi piedra sobre la cual lamerme las heridas, para curarme”.