El
poeta ya tiene muchos años, tantos que olvidado por el tiempo, callado, como
ausente, medita; sobre la primera piedra de un país por el que sigue luchando
empecinadamente. Escribe sobre el barniz de un cielo opaco, toda su poesía. Otro,
joven, lo ve desde lejos para no distraerlo: no le habla, no le hace señas,
sigue de largo para evitarle al poeta un encuentro con el futuro, su realidad.
Dejó al poeta para que se curara sus heridas, “que siga pensando en sus
tiempos, que se resuelva”. Entonces el joven dio vuelta en la esquina, se
perdió en las calles y dijo: “toca abrirme la piel, para que la sangre hable de
estos tiempos. Ya buscaré algún día mi piedra sobre la cual lamerme las heridas,
para curarme”.
La violencia en nuestro país es un reflejo de nosotros mismos: de todo lo que hemos dejado de hacer en conjunto por el bien y mejoramiento de nuestra sociedad. La historia de México se ha vivido en un marco de violencia desde antes de la conquista hasta nuestros días: somos un país que está aprendiendo a vivir en libertad. No debemos olvidar que somos una nación muy joven con poco más de 200 años de ser una nación independiente. No podemos esperar estar en niveles de calidad de vida comparables con naciones como lo son las llamadas de primer mundo, pues ellos son el resultado de su vasta historia, en las que ya cometieron sus propios errores y de ellos aprendieron. Ahora nos toca aprender de los nuestros. Hay que tomar en cuenta que el ejercicio y aplicación de nuestras libertades las hemos podido ejercer apenas hace muy pocos años y es por está razón que muchos no saben qué hacer con esa libertad: para ser libres hay que saber serlo. Es palpable la violencia dantesca que
Como un anciano poeta, me parece un espejo.
ResponderEliminarCon una mirada positiva -y en paz con mi existencia-, hay momentos en que he pensado si no será así estar muerto. Si podré disfrutar del silencio, la inexistencia de toda urgencia o angustia. Que los días se desplieguen pacíficamente, que no nos duelan los errores propios o ajenos porque no estarán ahí para hacernos sufrir por ese anhelo de ser mejores que mencionaba E. Kant. Seremos ingrávidos. Por lo tanto no tendremos el malhumor que nos provocan los dolores físicos. No me parece tan malo. Un abrazo.
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