En mi quietud se expande el universo, soy la referencia del todo, me basta ser para crear el espacio. Conmigo inicia la consciencia, conmigo se desata el raciocinio. En mi original y único estado, me traduzco: soy ya una traducción del silencio. El silencio se transfigura en mí, en los planetas, en las estrellas, en las constelaciones, en los sistemas solares, en realidad, en todo lo que es y no. El silencio de pronto se vuelve todas las voces, los signos, los símbolos, las realidades y en medio de esa eclosión de sentidos y palabras, en ese único instante, vuelvo a mí para (no) escuchar al lenguaje en su estado más puro. Entonces todo desaparece — vuelta al antes del principio — y queda solamente el presentimiento de algo .