Ir al contenido principal

Carta escrita en Ciudad de México

Querida Aurora:

Ah, no tengo disculpa por mi tardanza en escribirte; no me juzgues mal, Aurora, es el exceso de trabajo, no me da ni un respiro. Quería trabajar después de todo, ¿no? Pues concedido, te pongo al tanto: encontré, gracias a Laurent, ¿si recuerdas a ese gringo bonachón, suertudo? Es tan simpático y buen amigo. Me consiguió un trabajo de oficina; la paga es poca y se trabaja mucho, pero no soy mal agradecido, tú lo sabes. El trabajo es harto aburrido: sacar copias, llevar y traer documentos, redactar, acompañar al jefe a firmar contratos, lo cual me alegra, porque por un momento escapo de la rutina. En ocasiones hasta de chofer le hago, ya sabes, labor de asistente; paga de capturista.

No me quejo, después de todo, ahora que ya no estás, ¿para qué quiero ganar más dinero del que recibo? Lo que me pagan me basta para pasearme y despejar la mente que, estos últimos días se ha ensañado conmigo, lanzándome recuerdos en plena madrugada. Pero no mancharé esta carta con agua plagada de tristeza, mejor te cuento que aquí, en esta ciudad, volví a respirar. Te platico: el viaje en metro, metrobús, tren ligero etcétera, es muy barato y practico. Voy adonde me place ir, y salgo mucho, más desde que no estás conmigo. ¿Qué hago solo en casa? No, nada, me aburro muchísimo (¡nota mi sufijo desgarrador!), prefiero salir, recorrer la ciudad que te has perdido. ¿Recuerdas cuánto querías conocer esta magnánima ciudad? Yo sé cuánto querías caminar por las banquetas de Paseo de la Reforma, querías sentir la frescura debajo de las sombras de los grandes árboles, por eso te llevé en el corazón ese día.

Salí del metro y caminé junto al río de autos, pase por el Auditorio Nacional, es muy grande, sabes; no me detuve para ver quién se presentaría próximamente. Seguí, ahí todo tiene un olor entre fresco y viejo; entre los autos de lujo último modelo y el gran Museo Nacional de Antropología. Museo donde dejé una parte de ti, en la sala Maya, sobre la máscara maya pétrea que parece querer escapar para adentrarse en nuestra realidad. La tumba del rey Pakal, me enchinó la piel, es majestuosa, seguro desmayarías, aparte que está en una zona tenuemente iluminada, entre máscaras de jade y pocos visitantes, ya te imaginarás estar ahí solo, viendo esa gran losa de piedra entreabierta. Tengo que serte honesto, no terminé el recorrido, es muy grande y tú sabes que me canso muy rápido, me faltaron varias salas, perdóname, sé que no es tan grave mi falta y que mi penitencia será menor; pero te prometo regresar.

Al salir del museo, todavía con la imagen de Tenochtitlan en mi cabeza, crucé la venida -no sin antes tomarme una foto en las alas de ángel que están sobre el camellón que separa el flujo de automóviles-; atravesé el tramo de avenida restante, mi intención era ir al Castillo de Chapultepec, pero no llegué, lo siento, se me atravesó una librería, es bonita; invita a la lectura, está justo en una de las entradas al parque de Chapultepec y se conjuntan a la perfección, son una misma cosa, naturaleza y arte, literatura y el lago, genial, ¿no? Desde aquí sentado en una de las mesas dentro de la librería te escribo, mi querida Aurora, sorbiéndole un tanto al cappuccino. Sobre la mesa tengo a Borges y sus Inmortales. Paseó entre el paraíso donde habitas y el infierno donde estoy que, tengo que repetírtelo ahora, el infierno se me hace menos caluroso y menos rojizo, está palideciendo en un naranja muy hermoso.
Escuchando el canto de los pájaros, entre libros de Cortázar, Rulfo, Paz, Fuentes; entre la Divina Comedia donde Dante sigue buscando a su Beatriz, así como yo te busco en esta carta…
Te extraño, mi vida; quisiera que nunca me hubieses dejado, pero lo has hecho y ahora yo sigo aquí en esta vida, recordándote y paseándote dentro de mi corazón por ésta ciudad que nunca llegaste a conocer. ¿Que por qué te sigo escribiendo si ya hace un año que has muerto? Para engañarme, ¡compréndeme, concédeme ese deseo! Quiero pensar que sigues viva en alguna parte de este mundo. Y seguir andando abrazado a ti, hasta que llegue la hora de alcanzarte, y quizá si Dios es benevolente; regresar a esta Ciudad y entonces recorrerla junto contigo aunque no sintamos el viento en la cara.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La violencia como producto de la sociedad (ensayo leído en el encuentro)

La violencia en nuestro país es un reflejo de nosotros mismos: de todo lo que hemos dejado de hacer en conjunto por el bien y mejoramiento de nuestra sociedad. La historia de México se ha vivido en un marco de violencia desde antes de la conquista hasta nuestros días: somos un país que está aprendiendo a vivir en libertad. No debemos olvidar que somos una nación muy joven con poco más de 200 años de ser una nación independiente. No podemos esperar estar en niveles de calidad de vida comparables con naciones como lo son las llamadas de primer mundo, pues ellos son el resultado de su vasta historia, en las que ya cometieron sus propios errores y de ellos aprendieron. Ahora nos toca aprender de los nuestros. Hay que tomar en cuenta que el ejercicio y aplicación de nuestras libertades las hemos podido ejercer apenas hace muy pocos años y es por está razón que muchos no saben qué hacer con esa libertad: para ser libres hay que saber serlo. Es palpable la violencia dantesca que

Nace un nuevo sello editorial: Capítulo Siete

Amigos, les comparto con mucho gusto este nuevo proyecto editorial que me honra dirigir y que nace de la mano conjunta de los poetas y editores Cristina Arreola Márquez (encargada de la dirección editorial), Mario Islasáinz, al igual que un grupo más de profesionales. Capítulo Siete es un proyecto que hemos estado trabajando desde hace varios meses. La fecha de lanzamiento será en febrero de 2018 junto con nuestro sitio web, pero nuestras redes sociales estarán activas a partir de enero. Capítulo Siete es un proyecto hermano de Revista Monolito; es decir, seguirá funcionando con normalidad pero de manera independiente al sello editorial, aunque trabajando en colaboración en lo que respecta a la difusión por parte de ambos proyectos. Les agradezco mucho la confianza que han tenido en nuestro trabajo desde hace ya 6 años que iniciamos con la revista, y les pido la extiendan a Capítulo Siete. Pasen la voz. Febrero 2018. Juan Mireles

Serie de minificciones "Los amores"

I Descubriríamos después de mucho tiempo que, tal vez, no todo fue tan malo, y ese “no todo” tendría que corresponderte. II En la distancia nos reencontraremos, dijeron, que en la muerte seríamos otros y nos reconoceríamos. Hoy estoy aquí en mitad de la nada, esperándote: no llegas. III Acabaríamos mal, eso pensamos desde el inicio, nos sabíamos lejanos y lo intentamos, por necios, porque a veces vale la pena engañarse, seguir el juego de la inocencia. IV Lo nuestro no fue amor a primera vista, más bien fuimos construyendo algo importante con el paso de los días y las semanas; aquello más tarde se elevaría de tal manera que haría perdernos en la infinitud de la incertidumbre. Allá seguimos: quién sabe qué esté pasando con nosotros. V  Pensábamos la muerte cuando hablábamos de qué hacer si el otro faltara, que la ruptura sería trágica, y pensarlo se hacía insoportable; sin embargo,  hoy, cada quien sigue caminando por ahí, enamorándose de otras caras,