Te escribo estas palabras con la pluma que se asoma de mi alma. Sé que llegará a tus manos en el instante en el que yo deje de ser cuerpo, y mi nombre se lea solamente en el epígrafe grabado sobre mi lapida. Pocos dolientes a un lado de mi tumba, llanto de mi madre y tuyo, nada más. Pero me basta con el dolor de las que amo para pedir renacer en flor de campo; campo donde solíamos encontrarnos, allá, en el tiempo en el que nada sabíamos de la muerte, cuando nuestras moceadas miradas se abrazaban, y nuestros pómulos enrojecidos nos invitaban a las risas, pero de besos nada. Ahí, busca la flor más joven, la que no pare de moverse pues es mi saludo. Córtame de un movimiento, acaricia mis pétalos, sonríeme, déjame acariciar tus pechos, al tiempo que me deslizo sobre ellos y caigo en tu regazo; sabedor de que moriré pronto, deseando no renacer más.
La violencia en nuestro país es un reflejo de nosotros mismos: de todo lo que hemos dejado de hacer en conjunto por el bien y mejoramiento de nuestra sociedad. La historia de México se ha vivido en un marco de violencia desde antes de la conquista hasta nuestros días: somos un país que está aprendiendo a vivir en libertad. No debemos olvidar que somos una nación muy joven con poco más de 200 años de ser una nación independiente. No podemos esperar estar en niveles de calidad de vida comparables con naciones como lo son las llamadas de primer mundo, pues ellos son el resultado de su vasta historia, en las que ya cometieron sus propios errores y de ellos aprendieron. Ahora nos toca aprender de los nuestros. Hay que tomar en cuenta que el ejercicio y aplicación de nuestras libertades las hemos podido ejercer apenas hace muy pocos años y es por está razón que muchos no saben qué hacer con esa libertad: para ser libres hay que saber serlo. Es palpable la violencia dantesca que
Precioso, aunque con el tinte gris de la tristeza.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias por comentar. ¡Saludos!
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