Abrí, uno a uno, los cajones del escritorio donde tenía mis relatos fantásticos. Invadido por una desesperación inimaginable que carcome de a poco el cerebro. Leía con frenesí los textos plasmados en hojas amarillentas; desdeñando una a una las cuartillas que, cayendo, crujían adoloridas al piso indolente. Necesitaba encontrarte en uno de tantos papeles. Jalaba mis cabellos, salivaba. Pasaron muchas horas antes de poder leerte: lloré, pero de felicidad al verte viva en las líneas; en la historia donde nunca le di rostro al personaje del que estás, en tinta, enamorada. Sabía que este momento llegaría: mañana en la que yace tu cuerpo sin vida en la otra habitación; mediodía nostálgico al ver tus labios amoratados. Noche gélida que cruza tus manos y las posa sobre tu pecho. Y por eso me ves aquí, a tu lado, dentro del relato donde te inmortalicé; oyendo el crepitar de los maderos en la chimenea. Escuchando a Sinatra de fondo, y besándonos eternamente, olvidando que ahora solamente somos papel y tinta.
La violencia en nuestro país es un reflejo de nosotros mismos: de todo lo que hemos dejado de hacer en conjunto por el bien y mejoramiento de nuestra sociedad. La historia de México se ha vivido en un marco de violencia desde antes de la conquista hasta nuestros días: somos un país que está aprendiendo a vivir en libertad. No debemos olvidar que somos una nación muy joven con poco más de 200 años de ser una nación independiente. No podemos esperar estar en niveles de calidad de vida comparables con naciones como lo son las llamadas de primer mundo, pues ellos son el resultado de su vasta historia, en las que ya cometieron sus propios errores y de ellos aprendieron. Ahora nos toca aprender de los nuestros. Hay que tomar en cuenta que el ejercicio y aplicación de nuestras libertades las hemos podido ejercer apenas hace muy pocos años y es por está razón que muchos no saben qué hacer con esa libertad: para ser libres hay que saber serlo. Es palpable la violencia dantesca que
Juan me encanta tu blog, este relato me llegó mucho, felicitaciones, un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias por leerme, María José, a mi me da más gusto el que mi blog sea de tu agrado. ¡Saludos!
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