Nuestras sombras volvieron a encontrarse bajo la luz tenue de las farolas de un camino que era tuyo y mio. Los movimientos de éstas que enviamos a la reconciliación, eran danza de una pasión que algún día consumamos. Déjalas sentirse y que los lánguidos brazos agarren tus caderas; permite a mi cabeza hecha sombra se funda en la tuya. Deja a tus senos chocar contra mi pecho, concédele a tus manos el derecho de perderse en la cara de mi sombra. Espera a que las bocas broten y se busquen para dejar a las lenguas en un jugueteo obsceno. Que pierdan la clase en el arrebato de la pasión que ya invita a nuestros sexos a encontrarse; éstos, seductores, colisionan; el apetito se vuelve incontrolable. Lo mio ha entrado en tu sexo que es mi anhelo, y el frenesí por ver cómo las sombras se agitan, estimulan, impelen; hace que me vuelva hacia a ti para sentirte en la carne, pero te has ido, y las eróticas manchas que siguen sacudiéndose salvajemente.
La violencia en nuestro país es un reflejo de nosotros mismos: de todo lo que hemos dejado de hacer en conjunto por el bien y mejoramiento de nuestra sociedad. La historia de México se ha vivido en un marco de violencia desde antes de la conquista hasta nuestros días: somos un país que está aprendiendo a vivir en libertad. No debemos olvidar que somos una nación muy joven con poco más de 200 años de ser una nación independiente. No podemos esperar estar en niveles de calidad de vida comparables con naciones como lo son las llamadas de primer mundo, pues ellos son el resultado de su vasta historia, en las que ya cometieron sus propios errores y de ellos aprendieron. Ahora nos toca aprender de los nuestros. Hay que tomar en cuenta que el ejercicio y aplicación de nuestras libertades las hemos podido ejercer apenas hace muy pocos años y es por está razón que muchos no saben qué hacer con esa libertad: para ser libres hay que saber serlo. Es palpable la violencia dantesca que
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