Hay noches donde la lógica se aparta de nosotros; causado por lo que vemos, escuchamos o sentimos. Las leyendas e historias cobran fuerza; satanás existe en las madrugadas, las brujas se prenden fuego y deambulan por los pueblos en busca de niños recién nacidos. Los sonidos que por las mañanas tienen justificación, por las noches son pasos de entes errantes que buscan compañía. Los libros oscuros se convierten en verdad absoluta: Lucifer, Belcebú, Satanás, Caligastia, no son uno solo, no son sinónimos, son ángeles caídos; prisioneros esperando su juicio final según cuentan en algunos textos. Se dice que dos de ellos siguen libres… se dice. Todo lo que negamos frente a otras personas durante el día acerca de lo sobrenatural, se convierten en verdad absoluta. En las noches las caretas caen al piso y tememos por lo que no vemos. Por la noche el mundo deja de ser material, ahora todo son esencias y energías, todo es intangible; la imaginación muta en realidades que tocan nuestra piel. Se busca a Dios aunque no se crea en él, lo encontramos en el rezo que la madre nos hizo aprendernos. Esperamos que la cruz que cuelga de la pared, sea suficiente para protegernos de lo que no creemos. Esas noches donde volvemos a ser niños indefensos en busca de la protección de la madre. Noches donde el escéptico se aferra a la razón, pero ésta corre despavorida al ver que, frente a ella, se forma entre lo negro, una figura antropomorfa, y el escéptico corre despavorido a encender la luz y entonces no duerme en toda la noche buscando a su razón que permanece oculta debajo de la cama. Es en esas noches donde creemos que, las posesiones demoniacas, ya no son producto de la histeria; ya no son causadas por la esquizofrenia o alguna patología o trastorno mental. En las madrugadas donde la luna no se atreve a salir, los demonios sí son capaces de apoderarse de los cuerpos y de nuestras almas; la psiquiatría deja de ser eficaz y la teología es la verdad: solamente esas noches donde el miedo ya respira y lleva nuestro nombre. Amén.
Son noches que se sufren. ¿Será que esta noche te tocará a ti o a mí? No lo sé, pero espérala… siempre llega.
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