Con la limitante de no saber qué escribir; dejo que los dedos hagan su trabajo. Por alguna extraña razón no paran de moverse, continúan en un ritmo sincronizado, como sabiendo la historia que yo no soy capaz de encontrar en las enmarañadas neuronas que, el día de hoy, parecen ser incapaces de realizar. Puedo culpar al frio, que ya para esta época del año cala hondo, raspa los huesos.
Falanges, bromistas, ya díganme de qué se trata todo esto porque ya han escrito 83 palabras y sigo siendo incapaz de verle forma al texto. Por lo menos haganme saber si vale la pena seguir dejándome llevar por ustedes. ¿Quieren que les pregunte mejor a las yemas de los dedos? Vean que ellas sí podrían decirme algo ya que son como las papilas gustativas de la lengua. Cuidado, falanges, que les voy a perder el respeto; ustedes saben que no me gustan las sorpresas, y los misterios me invitan a ponerme histérico y a gritar y a maldecir e incluso, hasta adoptar formas que asustarían hasta al más valentón. ¿Qué? ¿Qué dicen? Ah, ¿que espere un poco que casi está listo lo que quieren decir? Ah, asustadizos, miedosos, oblongos, melindrosos. Está muy bien, esperaré…, olvídenlo se burlan de mí, se pitorrean de mi pereza mental. Ay de ustedes si en estos momentos tomo un cuchillo de punta sedienta de falanges y pongo la mano sobre la mesa en forma de estrella, con ustedes bien separados, y comienzo a jugar con el cuchillo, con su punta picoteando la madera de la mesa, rozando su delicada estética. ¿Que no lo haga porque me va a doler? ¿Que me asustaré al sangrar…? Ven esa botella que tan amablemente ustedes me han ayudado a llevarme a la boca, pues es un elixir mágico: desinhibe, adormece y lo más importante, socava a la razón, mitiga el dolor… ¡Basta de zaherirme, falanges! -la punta del cuchillo se alzó, era imponente, era la vida y la muerte. La punta metálica estaba enfundada en la deidad de su naturaleza: iba a cortar, y estaba extasiada-. Falanges trémulos, ¿ahora por qué ruegan que me detenga? ¿Me dicen que no hay razón para llevar acabo acto tan vil? ¿Dicen que ya me han develado el misterio? ¿Que la historia la tengo frente a mis ojos, escrita en este papel…? ¿Acaso dicen la verdad o solo lo han dicho para postergar su agónico desenlace…? Oh, falanges. Oh, falanges, ¡ya lo veo, cuánta razón, cuánta razón!
Ahora, les pido que toquen y sientan mi disculpa que yace esculpida en mi rostro avergonzado.
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