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En una casa de un pueblo de no sé dónde




Es muchísimo dinero, eh, ¡con esto es suficiente para vivir la buena vida! Te lo dije, estos viejos guardan mucho dinero. ¡Lo veo! ¿Pero no sientes nada?, digo, era tu abuelo. ¿Tú sentiste algo al matarlo y cortarlo en pedazos? No es lo mismo. Para mí sí. Bueno, no me importa. Oye, pronto llegarán, nada más te aviso. Ya lo sé, ¿qué hacemos con el cuerpo? Ni idea. Debimos pensar eso antes de matarlo. Todo lo tengo medido ¿Entonces? Pues nada. ¿Que se quede ahí? Y qué hacemos… Diría que algo, hay que pensar. Podrías llevarte el pedacero a tu casa, o enterrarlo en el monte; aunque igual lo van a encontrar, ya te digo. Pero qué tranquilo estás, parece que no te das cuenta el problema en el que estamos. Sí lo sé. Deberías echarme una mano. No tiene caso. ¡Estás loco, hay que hacer algo! Entonces empieza a correr que ya se escuchan las sirenas a lo lejos, no tardarán en llegar. ¿Y qué harás, tú? Decirles lo que pasó. No, tú vienes conmigo, no me puedo dar el lujo de dejar que te atrapen, después caería yo, no, eso nunca, yo no vuelvo ahí. Y no volverás. ¡Si nos quedamos aquí en la comadrera, si que nos atraparán! Si no estuviera contigo, vaya que sí deberías estar preocupado, porque estás todo lleno de sangre: te dije que debías matarlo primero antes de cortarlo, tú y tus perversiones. ¡Cállate y ayúdame! Mírame: ni una gota de sangre, ningún rastro de culpabilidad, más que los billetes que están aquí a lado mío, pero ahora mismo los guardo, no te preocupes; ¿ves esa colina? Ahí voy a enterrar el dinero, ya sabes; calculo un mes en lo que pasa todo este rollo. ¿Eh?, y, ¿mientras qué haremos? Una lástima que este viejo no haya podido dispararte antes que te le abalanzaras; mira que poco antes y te hubiera volado la cabeza. ¡De qué carajo hablas! Ahora lo sabrás. ¡Qué haces! Poniéndole el arma en la mano mutilada del pobre anciano. ¡Ah, ya veo, para que digamos que lo matamos en defensa propia! No, nunca has sido muy listo, ¿verdad?, no creo que la mutilación sea un argumento para la defensa propia; ocurre que te voy a matar y voy a decir lo que realmente pasó aquí, claro, obviando el hecho de que una mano mutilada ha tomado el arma y te ha disparado, ¡dirían que soy un loco!

La verdad no fue difícil: un tiro certero en la cabeza, cayó cual res. La cara de estúpido que puso segundos antes de dispararle, me sigue matando de risa.

Mañana iré por el dinero.

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