El padre salió de la parroquia dejando la biblia tirada entre las bancas y
con rifle en mano. Cientos de feligreses -con sombreros los hombres y con
chales sobre las espaldas las mujeres-, salieron junto con el cura, armados con
piedras y palos, de la iglesia. En el horizonte, miles de hombres a caballo y a
pie, con el sol en todo lo alto detrás de ellos, esperaban la orden del general
para entrar al pueblo: buscaban la imagen de la Virgen del pueblo, que dizque
porque la Virgen de los Santos Fieles era la viva imagen de la victoria y la
libertad, y que bajo su resguardo ningún pueblo había caído derrotado. Debían
defenderla con la sangre y así, a pie y con las armas que el terreno ofrecía, y
el miedo por regresar a lo que eran antes –esclavos, reprimidos, conquistados-
corrieron en contra de los invasores que ya bajaban por el monte entre la
polvareda… Dicen que cuando la última bala surcó el aire y el silencio de la
muerte se apoderó de todo el pueblo, el padrecito, con tres balas en el pecho
-en la entrada de la parroquia-, se abrazó a la figura de la Virgen de los
Santos Fieles gritando “tierra en libertad”.
La violencia en nuestro país es un reflejo de nosotros mismos: de todo lo que hemos dejado de hacer en conjunto por el bien y mejoramiento de nuestra sociedad. La historia de México se ha vivido en un marco de violencia desde antes de la conquista hasta nuestros días: somos un país que está aprendiendo a vivir en libertad. No debemos olvidar que somos una nación muy joven con poco más de 200 años de ser una nación independiente. No podemos esperar estar en niveles de calidad de vida comparables con naciones como lo son las llamadas de primer mundo, pues ellos son el resultado de su vasta historia, en las que ya cometieron sus propios errores y de ellos aprendieron. Ahora nos toca aprender de los nuestros. Hay que tomar en cuenta que el ejercicio y aplicación de nuestras libertades las hemos podido ejercer apenas hace muy pocos años y es por está razón que muchos no saben qué hacer con esa libertad: para ser libres hay que saber serlo. Es palpable la violencia dantesca que
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