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El pensamiento mexicano del siglo XIX al XXI



El pensamiento mexicano es muy difícil de entender. Y para empezar la travesía, inicio en 1810 año en el que Miguel Hidalgo se levanta en armas en contra de los españoles. Tomando como estandarte la imagen de la Virgen de Guadalupe para atraer a mucho más gente, y al grito de “¡Cojan, hijos, que todo es suyo!”–Grito que se da en el “saqueo de haciendas y casas de gachupines” (1)-, Hidalgo da inicio a la revolución de independencia el 16 de septiembre de 1810 en Dolores.
Al finalizar el movimiento independentista, culminado por Guadalupe Victoria y Vicente Guerrero, el país no deja de luchar contra si mismo y contra los invasores extranjeros –Estados Unidos en 1846, Francia en 1839 y en 1862-. El siglo XIX en México es la historia de una sociedad aquejada por las guerras intestinas: luchas de raza, por igualdad pero sobre todo de carácter religioso. Época de héroes que, el mismo pueblo mexicano, creaba y adoraba; con esa misma fuerza los enterraba no sin antes zaherir y socavar su historia como el caso de Agustín de Iturbide y Antonio López de Santana. El mexicano indígena del periodo de la Conquista encontraba en su tlatoani (la gran voz) y en los dioses, la fuerza necesaria para seguir adelante: era el saberse arropados y protegidos, siempre y cuando se sacrificaran unos cuantos o unos muchos para saciar la sed de estos dioses. Con la llegada de los españoles la historia y las creencias cambian: Huitzilopochtli y Quetzalcóatl son desterrados de la gran Tenochtitlan, son cambiados por una cruz y la Virgen de Guadalupe. La Virgen indígena, la morenita, la que entiende y apoya al que sufre, al indígena indefenso que no sabe más que pasar penas, y por ello siempre está en busca de algo extra, de lo divino, de la fe y esta fe encuentra su hogar en la Virgen de Guadalupe: ya no está solo el indígena, ahora ella es su protectora, la que eclipsó a los dioses en un abrir y cerrar de ojos.

México adopta la Religión Católica Apostólica y Romana como única. En ésta encuentra la paz interior y la cuida ferozmente y enseña los dientes a cualquiera que ose estar contra ella. El catolicismo es nuestro, así como nuestros héroes que nos dieron patria: Miguel Hidalgo, José María Morelos y Pavón, Melchor Ocampo, Benito Juárez entre otros. Ellos salidos del campo, de las pequeñas iglesias, de la teología, de la religión católica, fueron los hombres que ayudaron de buena o mala forma a la construcción de este país y ninguno de ellos toleraba otra doctrina que no fuera la dicha. Hubo épocas, en la segunda mitad del siglo XIX, en la que se estudió y discutió el tolerar otras religiones; liberales y conservadores chocaron sin llegar a nada: todo quedó de la misma manera como en lo escrito en los Sentimientos de la Nación en 1813: “que la religión católica sea la única, sin tolerancia de otra” (2). Podría derramarse la sangre que se quisiera, combatir contra quien fuera y por lo que fuera, pedir la monarquía o la democracia pero a la religión no la toquemos pues es vital para la vida del mexicano: es un templo donde las estatuas o figuras que se adoran cada domingo pueden ser cambiadas como se cambiaba de héroe, de mesías, cada que alguno de éstos dejaba de servirles. Esa fe que traemos en los genes es lo que impulsa al mexicano a la búsqueda de un Dios a quien adorar: un mesías. El mesianismo es y sigue siendo alimentado por el mexicano, esta búsqueda se ha querido encontrar en todos los hombres que han sido parte de la historia de México, pero al final, se dan cuenta que son humanos, muy humanos, “demasiado humanos” (3). Y esto sucede al ver que sangran y que son imperfectos, ahí se sabe y se sabía que es el momento de reiniciar la búsqueda, una vez más, sin descanso, buscando ver la segunda venida de Jesucristo en un mexicano, en un hombre que nos libere de todos nuestros pecados; el salvador de las almas y de paso el de la patria; sin importar la sangre derramada. Para el mexicano histórico el fin justifica los medios y el daño colateral, algo necesario e inevitable.

México ha sido libre por momentos; pacifico, por momentos, tolerante, por momentos. Somos una nación temerosa porque buscamos en un líder, todavía, en un mesías, en un héroe, en un cristo resucitado, a nuestro salvador. No hemos podido sacudirnos la pasividad, no logramos perdonar a la historia y la historia no nos perdona a nosotros. Los caudillos y héroes están enterrados pero no su pensamiento revolucionario. Iturbide y Santana son ejemplos perfectos del espíritu combativo del mexicano al que no les hacia nada de gracia gobernar: ellos habían nacido para la gloria, para ser los nuevos Alejandro Magno. Militares de sepa que buscaban en la sangre derramada del enemigo, el cáliz sagrado que nosotros seguimos buscando en el vino tomado por el padre en las misas del domingo: la salvación y con ello la libertad.

Habrá, por consecuencia natural, una renovación de mexicanos, los viejos morirán y con ellos su pensamiento, y dependerá de los jóvenes la renovación de ese pensamiento que se ha heredado por generaciones: la religión, la fe, como único medio de solución de problemas.
La joven sociedad mexicana no conoce nuestro siglo XIX y acaso un poco el inicio del siglo XX, nuestra juventud toma citas textuales, frases cortas de mucho peso para justificar o demandar lo que nunca se ha logrado: implantar un sistema de gobierno ideal donde la tolerancia, el bien común, la igualdad y la verdad absoluta, reine. Si algo ha cambiado en el mexicano joven es el hecho de ya no seguir con vehemencia ni candor la religión católica, por el contrario, ya le importa poco, pero no por ello deja de lado la búsqueda del salvador, que es lo sigue clavado en la mente de nuestro México. Este salvador ya no se busca en la divinidad, ni en los dioses, ni en los europeos, ni en los estadounidenses como llegaron a pedir los conservadores en el siglo XIX-y hasta se palpó y se vio esta querella en el liberal e ícono Juárez-. Al día de hoy el mexicano joven y de edad adulta busca entre los suyos, a un hombre que dé seguridad y tranquilidad, que guie con valor y con verdad, que se desnude ante la sociedad; un hombre transparente, un demócrata que exprese la libertad de todo tipo, un hombre que pueda verlo todo y ayudar a todo, un hombre que erradique la pobreza y nos haga a todos felices, un hombre que nos venga a dar paz interior y felicidad, que pueda cumplir todos nuestros sueños, que desentierre nuestras vocaciones y las empuje para encontrarnos y encontrar con ello nuestra respuesta a la pregunta de por qué estamos vivos; busca a un hombre que mezcle el pensamiento de Morelos, Juárez, Madero y Lázaro Cárdenas para que con ello nazca un nuevo sistema de gobierno justo, bello: democrático. Que arranque de los huesos de Iturbide, de Santa Anna, de Vicente Guerrero, de Guadalupe Victoria, de Zapata y Villa la fiereza para poder domar y controlar las riendas de esta nación indómita, para que no se le escape de las manos. Que reconcilie con la tolerancia todas las religiones practicadas en México para que todos podamos vivir en armonía. Que se unan todas las voces en una sola, y con ello, un mismo pensamiento. Eso busca el mexicano de hoy, el joven de hoy, es lo que ha deseado siempre en toda su historia el indígena y el mestizo en el siglo XIX, el pueblo del siglo XX, y ahora, con la misma bravura que los anteriores, las mentes despiertas del siglo XXI: un Dios.


Bibliografía:

1 y 2 Siglo de caudillos, Tusquets Editores, Enrique Krauze, México.
3 Mexicanos eminentes, Tusquets Editores, Enrique Krauze, México.

Comentarios

  1. Un texto que nos ubica en la historia de tu pueblo y de allí parte con nuevas visiones, más realistas y tan simples como querer vivir en paz, armonía e igualdad de condiciones. Creo que esas son las premisas de todo ser humano que quiera desarrollarse y tener una vida plena. Ojalá lo consigan y lo consigamos todos, independientemente al país donde habitemos. Un beso grande, Juan, un gran ensayo!!!!!!!!!!!

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    1. Muchas gracias, Diana, por tu generoso comentario. Hay tanto por aprender. ¡Saludos!

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  2. Vaya resumen histórico más sentido y armonioso. Gracias por la lección, como latinoamericano veo déjà vues dolorosos, pero necesarios para definir una identodad. El futuro es nuestro!

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  3. Sin duda un singular y sustancioso texto, solo me gustaría aclarar que no estoy de acuerdo en haber citado a Juárez, porque si leemos la historia y buscando a fondo, realmente no hizo mucho por México, tan solo mando a fusilar al Maximiliano que aunque extranjero fue un almirante y quien tuvo una visión hacia el mar, pero fue destruida por Juárez, si le recomiendo hablar de Porfirio Díaz, quien aporto grandes cosas al país. Por otro es necesario mencionar que gracias a los jesuitas se inicio la emancipación de México y por ende la consolidación y construcción de nuestra nación, recordemos que los criollos Hidalgo y Morelos fueron jesuitas, entre otros, hablar de Azcarate deja una buen sabor de boca, porque el hablo de expansionismo, pero para nuestra desgracia nuestro gobernantes jamás han visto hacia el mar, y si nos dormimos como ya paso con la perdida de la isla de la pasión o médanos (ahora cliperton perteneciente por desgracia a Francia) y ahora que mas falta por perder, por eso y mas mi estimado Juan, ahondemos en estos temas. Me gusto que hayas mencionado que nuestros jóvenes no miran al pasado, solo se quedan con la vaga historia que les imparten en las escuelas, tan solo preguntarle a uno de ellos quien fue Virgilio Uribe o quizás Miguel Agustín Pro no lo saben y eso es cada día mas triste, es mas ni el himno en su forma corta se lo sabe... En horabuena y gracias por plasmar mi critica

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  4. Me acabó de encontrar tu ensayo y me parece fantástico, muy bueno, felicidades.

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