Hace mucho tiempo que dejó de ser
feliz. Se deshacía de la sonrisa cada mañana al echarse agua en la cara, el
líquido se llevaba todo lo que era por el drenaje. Al mirarse en el espejo que,
apenas alcanzaba a encasillar su rostro, se reconocía en partes, como en
recuerdos, imágenes de lo que algún día pudo haber sido. No es viejo; no ha
llegado al punto de volverse y lamentarse, pero está tan lejos de ser lo que
quiere ser. Piensa en que la vida es injusta, exageradamente traicionera y
trágica. Se echa en el sillón, prende un cigarrillo, pero se acuerda que no
puede fumar y lo apaga, lo deja. Ve la botella de vino y al abrirla siente en
el estómago el por qué no puede tomar, deja la botella sobre la mesa. No hay
voces a quienes escuchar, ni sabe el camino para hallarlas. Busca una salida,
su válvula de escape, el sentirse vivo al menos por un momento para no saberse
tan solo. Camina por el pasillo, llega a la pequeña mesa en medio del túnel
confuso de su depresión, presiona lentamente los dígitos -en el teléfono- que harán que valga la
pena vivir… “¿Martha?”, pero ya no es más Martha, dejó de ser esa mujer que él
tanto ha buscado, y es cuando se sabe un desconocido para ella: un ninguno.
La violencia en nuestro país es un reflejo de nosotros mismos: de todo lo que hemos dejado de hacer en conjunto por el bien y mejoramiento de nuestra sociedad. La historia de México se ha vivido en un marco de violencia desde antes de la conquista hasta nuestros días: somos un país que está aprendiendo a vivir en libertad. No debemos olvidar que somos una nación muy joven con poco más de 200 años de ser una nación independiente. No podemos esperar estar en niveles de calidad de vida comparables con naciones como lo son las llamadas de primer mundo, pues ellos son el resultado de su vasta historia, en las que ya cometieron sus propios errores y de ellos aprendieron. Ahora nos toca aprender de los nuestros. Hay que tomar en cuenta que el ejercicio y aplicación de nuestras libertades las hemos podido ejercer apenas hace muy pocos años y es por está razón que muchos no saben qué hacer con esa libertad: para ser libres hay que saber serlo. Es palpable la violencia dantesca que
Me encantó tu relato, Juan!!!!!! Una historia entrañable que nos ubica justamente frente a ese espejo y nos hace vivenciar cada escena y cada sentir junto al protagonista. Bravooooooo, amigo!!!!!!!!! Besos!!!
ResponderEliminarGracias, Diana. :)
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