Acércate, ven, búscame en la noche, en la infinita y
alargada oscuridad que se rinde a nuestros pies y sobre ella sentimos el placer
de los amantes, de tu blusa desgarrada por los dedos que ya son garras; deja
que la lámpara caiga rendida ante nuestros cuerpos convulsos, sigue recorriendo
mi cuello con tu boca; busca mi oído y dime lo que tanto quieres. Encuentra la
respuesta en las manos que suben por tus muslos y anchas caderas; tus pechos,
suaves, como diosa, que acaricio y quedan sobre las palmas de mis manos.
Ya la luna es una piedra muerta que rueda desesperada por el calor de dos soles
que se poseen en la penumbra. Deja que la música se deshaga en la habitación,
que las notas se transformen en gemidos, en tu respiración agitada y en la mía.
Desnúdame. Manos, dedos y yemas suben por mi pecho y éste las espera rendido, para que lo
recorran todo, y subes y encuentro tus labios que transformo con mi boca en
cada movimiento. Las copas caen y el vino nos imita en el piso, el líquido se
busca, mezcla, funde los aromas, como lo hacemos nosotros. Desnudos nos
volvemos locos y la lengua recorre tu cuerpo de arriba abajo. Te barnizo de mi,
bálsamo del amante, para envolverte en mis deseos, en esta calentura que me
posee y que su ira se desata en ti cuando el sexo del hambriento te busca
desesperado, en esta noche profundamente negra, donde te ves tan hembra, tan
amante. Y los sexos se encuentran en la sudorosa madrugada que se excita, por
sentirnos, pero no nos ve; nadie busca a estos cuerpos que pierden toda razón
en el arrebato erótico, lascivo, orgásmico, de los amantes.
La violencia en nuestro país es un reflejo de nosotros mismos: de todo lo que hemos dejado de hacer en conjunto por el bien y mejoramiento de nuestra sociedad. La historia de México se ha vivido en un marco de violencia desde antes de la conquista hasta nuestros días: somos un país que está aprendiendo a vivir en libertad. No debemos olvidar que somos una nación muy joven con poco más de 200 años de ser una nación independiente. No podemos esperar estar en niveles de calidad de vida comparables con naciones como lo son las llamadas de primer mundo, pues ellos son el resultado de su vasta historia, en las que ya cometieron sus propios errores y de ellos aprendieron. Ahora nos toca aprender de los nuestros. Hay que tomar en cuenta que el ejercicio y aplicación de nuestras libertades las hemos podido ejercer apenas hace muy pocos años y es por está razón que muchos no saben qué hacer con esa libertad: para ser libres hay que saber serlo. Es palpable la violencia dantesca que
Muy bueno, Juan!
ResponderEliminarGRANDE, Juan!!!! Maravilloso relato... Felicitaciones, Poeta!!!
ResponderEliminar