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Amantes


Acércate, ven, búscame en la noche, en la infinita y alargada oscuridad que se rinde a nuestros pies y sobre ella sentimos el placer de los amantes, de tu blusa desgarrada por los dedos que ya son garras; deja que la lámpara caiga rendida ante nuestros cuerpos convulsos, sigue recorriendo mi cuello con tu boca; busca mi oído y dime lo que tanto quieres. Encuentra la respuesta en las manos que suben por tus muslos y anchas caderas; tus pechos, suaves, como diosa,  que acaricio y quedan sobre las palmas de mis manos. Ya la luna es una piedra muerta que rueda desesperada por el calor de dos soles que se poseen en la penumbra. Deja que la música se deshaga en la habitación, que las notas se transformen en gemidos, en tu respiración agitada y en la mía. Desnúdame. Manos, dedos y yemas suben por mi pecho  y éste las espera rendido, para que lo recorran todo, y subes y encuentro tus labios que transformo con mi boca en cada movimiento. Las copas caen y el vino nos imita en el piso, el líquido se busca, mezcla, funde los aromas, como lo hacemos nosotros. Desnudos nos volvemos locos y la lengua recorre tu cuerpo de arriba abajo. Te barnizo de mi, bálsamo del amante, para envolverte en mis deseos, en esta calentura que me posee y que su ira se desata en ti cuando el sexo del hambriento te busca desesperado, en esta noche profundamente negra, donde te ves tan hembra, tan amante. Y los sexos se encuentran en la sudorosa madrugada que se excita, por sentirnos, pero no nos ve; nadie busca a estos cuerpos que pierden toda razón en el arrebato erótico, lascivo, orgásmico, de los amantes. 

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