“Yo sé que la poesía es imprescindible, pero no
sabría decir para qué” dijo el poeta Jean Cocteau. Como él, al tratar de
definir el sentido del concepto poesía —y con esto encontraríamos su precisa
funcionalidad—, nos topamos ante un espacio abierto, una especie de infinito plagado
de palabras: todas.
Entre ese amasijo de ideas, que tratan
valientemente de ser acercamientos a una posible definición de la poesía,
caemos frente a nosotros mismos con una carga fuerte de interrogantes; y
dubitativamente lanzamos uno que otro concepto que termina por ser ampliamente
subjetivo; por ello, y en un intento de ser más claros, o hacer de aquel
intento, algo entendible, terminamos por compactar las dimensiones de la
poesía; es decir, hacemos de la palabra poesía, una experiencia personal, una
traducción de nuestro interior.
Es por esta razón, que casi todos los poetas tienen
su propia explicación y la razón de ser de la poesía. Porque de esta manera no
solamente se sumergen en un intento de definirla, sino también a ellos; es
decir, al contestar la pregunta de ¿qué es la poesía?, se resuelven.
Así, hay poetas que ven a la poesía como traducción
del interior del hombre o como respuesta al contexto social que viven, o como
un ir siempre hacia alguna parte (caminata), como experiencia, o como huida:
fuga de una realidad que en sí misma es poética.
Poesía como salvación del mundo. Poesía como
ausencia o como impresión. Poesía como nulidad. Poesía como catarsis. Poesía
como vuelta, desandar los pasos vividos. En fin, sinnúmero de poetas han
encontrado la razón de ser de la poesía, pero siempre a partir de su propia
sensibilidad, alimentada por todo lo que los (nos) rodea.
De esta forma, la definición de poesía se vuelve
única e individual (el valor del poeta es saber proyectar y exponer dichas
experiencias sensibles). Y a partir del interior de nosotros mismos se define.
Entonces bien valdría decir que la poesía es la experiencia sensible de todas
las cosas.
Con ello, surge la segunda pregunta –ésta termina
por dar respuesta la funcionalidad de la poesía— que nos atañe a nosotros los
lectores: ¿para qué acercarnos a la poesía? Para vernos reflejados (sensible y
concretamente) en las experiencias poéticas de, en este caso, los poetas.
Porque el Yo, somos todos. Porque la crítica social
debe empezar con la nuestra; es decir, al ver y sentir al otro, nos dará un
sentido distinto que, con suerte, develará nuestras partes más oscuras. Porque
la poesía es apertura interna —viaje al centro de nosotros mismos—. Porque la
poesía comunica. Porque la poesía es contemplación del mundo.
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