El andador desnudo, encharcado, largo y se dobla y
sigue. Al medio una piedra cae en el agua. Todo alrededor se salpica. El
pantalón queda con dos circunferencias húmedas poco importantes en la zona de
la pantorrilla derecha. La hoja de una rama parece que está dispuesta a caerse.
Se sale a una calle donde ya no pasan autos. La hora se presta para atravesarla
sin mirar a ambos sentidos. La acera de enfrente se deja pisar sin miramientos.
Una banca metálica se extiende al interior de un parque. El parque desierto de
tan solo se achica. Las manos sostienen la cabeza que se recarga sobre ellas.
El descansabrazos le sirve más a los pies que se quedan quietos. La gorra se
baja para taparle los ojos. La farola que queda frente a la banca no deja
dormir. La nariz deja salir un poco de aire. La boca se mastica de forma
lentificada. Un perro hecho bola bajo un árbol regala una mirada breve hacia la
mancha recostada en la banca. El bote de basura garabateado deja salir sus
olores de vez en vez. Un silbato se va quedando sin aire en la lejanía. En un
rumor se oye “no hay ningún lugar para estar” y éste se adelanta a sus propios
pasos que van dibujando tras él otras calles, otros edificios, otras casas,
otros callejones, otros alumbrados, otras ciudades, otras formas de estar
siempre en el mismo sitio.
El pensamiento mexicano
es muy difícil de entender. Y para empezar la travesía, inicio en 1810 año en
el que Miguel Hidalgo se levanta en armas en contra de los españoles. Tomando
como estandarte la imagen de la Virgen de Guadalupe para atraer a mucho más
gente, y al grito de “¡Cojan, hijos, que todo es suyo!”–Grito que se da en el
“saqueo de haciendas y casas de gachupines” (1)-, Hidalgo da inicio a la
revolución de independencia el 16 de septiembre de 1810 en Dolores. Al finalizar el movimiento independentista,
culminado por Guadalupe Victoria y Vicente Guerrero, el país no deja de luchar
contra si mismo y contra los invasores extranjeros –Estados Unidos en 1846,
Francia en 1839 y en 1862-. El siglo XIX en México es la historia de una
sociedad aquejada por las guerras intestinas: luchas de raza, por igualdad pero
sobre todo de carácter religioso. Época de héroes que, el mismo pueblo mexicano,
creaba y adoraba; con esa misma fuerza los enterraba no sin antes zaherir y
socavar su histo…
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