Y llegó al sitio
querido y deseado que habitó su mente y que perduró aun siendo ya amorfo. La
inmensa rotonda labrada por manos de artista de hace siglos, se abría paso para
recibirlo con grácil acto de bienvenida. Pensó caminar y hablar y lo hizo, pero
en el asombro de ver a los pobladores no hacer lo que el hacía, cayó en cuenta
que era un igual y dijo: “Lo conseguí”. Lo “otro” se acercó y lo invitó a
entrar al recinto contiguo, al centro principal. Él accedió sin cuestionamiento
alguno, como si de antemano, en los tiempos que hubo conocido el polvo y aire,
supiese lo que acontecería allí.
Y en el umbral de la
magnifica edificación, él musitó: “Allí se habla de todo lo que es y nada más”,
lo “otro” dio un sí sin vacilar y ambos entraron, al tiempo que los “otros”
seguían realizando sus actividades diarias en la plaza nívea.
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