La
letra A es fémina. La Eva del idioma. Se sabe generadora de todo lo
subsiguiente. Y al salir de la pluma la A se queda quieta, recostada sobre la
hoja de papel, confiada en que su forma es lo suficientemente atractiva para
que alguien, el que sea, llegue y la mire sin pudor; intente repetirla una y
otra vez, para sentirse deseada.
Después,
cuando se sigue la pluma anotando símbolos, ya la letra A descansa plácidamente,
sabedora de que ella fue la primera en ser pensada, tocada, anotada y admirada:
ya le importa poco lo que pase después de ella.
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