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Algunos cuentos

Leer es también contarse, en este caso, cuentos. Es por esta razón que me di a la tarea de hacer una breve lista de cuentos que fácilmente pueden leer en internet gratuitamente.

Lo hago de este modo a manera de recordatorio de tal género literario. Tenemos cierta tendencia a pensar, cuando nos hablan de leer, en la novela, acaso, la poesía, pero el cuento queda un poco siempre por ahí, al margen, a la espera de ser recordado.

Y los cuentos son parte fundamental de cualquier literatura. El cuento gana por nocaut decía Cortázar; es decir, debe descolocar al lector con el final, como un golpe que se lanza al inicio del cuento y entonces queda girando hasta encontrarse de cara al lector, que casi siempre termina en la lona.

Hablamos, por supuesto del buen cuento, de aquellos que perduran, los que “son aglutinantes de una realidad infinitamente más vasta que la de su mera anécdota, y por eso han influido en nosotros con una fuerza que no haría sospechar la modestia de su contenido aparente, la brevedad de su texto”, como afirmó Julio Cortázar, uno de los más grandes exponentes del género.

En el cuento habita la precisión del autor y lo expone en cada una de sus líneas, en cada diálogo que debe ir hilvanándose a la misma vez que deja elementos escondidos entre las palabras, una suerte de misterios que se vuelven luminosos una vez el lector presiente el final del cuento.

“Todo cuento perdurable es como la semilla donde está durmiendo el árbol gigantesco” (J. Cortázar). Semilla que habita siempre en el lector; el cuento sirve para estimularla, y de esta forma crece con cada párrafo de ese cuento y éste lo sabe. En él habita lo inesperado, lo único, aquello que no podía ocurrir, lo imposible.

El cuento en sí mismo es una pieza de arte,  algo que nos envía al encuentro con lo otro, nos abre la ventana y nos pide nos asomemos a esa infinitud inexplicable pero sensible a nosotros, porque lo poético solo se percibe, no puede explicarse.

El cierre de un cuento como Casa Tomada de Cortázar provoca el asombro, aquello que nos deja quietos, y es cuando el cerebro busca desesperadamente elementos —y conectarlos— en nosotros para tratar de explicar eso que se ha vuelto imagen abstracta y sensible en nuestro interior.

Y se vuelve imposible responder sobre lo que ha ocurrido, porque ha sido sólo una experiencia –fantástica—, donde percibimos que hay algo más allá de nosotros, infinitamente superior, algo que simplemente no existe en esto que llamamos  “realidad”.

Sin más, he aquí algunos cuentos que seguro les causarán algo de lo que he escrito antes.

“Los expulsados de Poker—Flat” Francis Bret Harte, “El cuarteto de cuerdas” y “El foco”  Virginia Woolf, “Casa Tomada” y “Verano” Julio Cortázar, “Bon—Bon” y “Guillermo Wilson” Edgar Allan Poe, “El inmortal” Jorge Luis Borges, “Horas penosas” Thomas Mann, “Bola de sebo” Guy de Maupassant. “La pata de mono” William Wymark Jacobs, “Quíquern”  Rudyard Kipling.                                                                                                                                                                                     
 “El puerto” Vladimir Nabokov, “Encuentro nocturno” Ray Bradbury, “Aniuta” Anton Chejov, “El presidente del jurado” Charles Dickens, “Último beso” F. Scott Fitzgerald, “Historia de la criada Gudule” Jean lorrain, “El guardagujas” Juan José Arreola, “La boina roja” Rogelio Sinán, “El sueño realizado” Juan Carlos Onetti y “¡Diles que no me maten!” Juan Rulfo.

Cuentos que lograrán estimular ese árbol interno que, para estas fechas navideñas, viene muy ad hoc.


Texto primeramente publicado en http://ruizhealytimes.com/


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