En un ayer vivió un hombre vaso. Sobre una vieja mesa de lámina pasó toda su vida. Claro, primero fue un vil vaso y después fue hombre; lo fue porque un día logró pensar, no porque tuviera alguna otra similitud con el ser humano. El hombre vaso fue olvidado seguramente por una mano que un buen día lo soltó y jamás regresó para levantarlo. En ese estar inmóvil –clímax del aburrimiento- el vaso consiguió lo inexplicable: pensar, y en esas estaba, descubriéndose, maravillándose por lo nuevo cuando de pronto se sintió húmedo, reaccionó y vio en su interior un charco de agua. El vaso que ya era hombre trabajó y forzó su pensamiento durante meses hasta que un día logró llenarse de agua hasta su mitad; sin embargo, quería más. Pasó años pensando y pensando hasta el hartazgo, para ver si así conseguía llenarse de agua hasta el tope: quería derramar el líquido, otra vez no pudo. Al hombre vaso lo abrazó la depresión y en un arranque de locura, utilizando toda la fuerza que podía tener com...