Y no se trata solo de la noche y el riachuelo de fondo que de tanto crece y entonces es lluvia — sonido — , tormenta, en el tejado de esta cabaña fría. En el interior de esta cabaña de maderos húmedos y endebles se escucha ese riachuelo-lluvia con intensidad y por las rendijas se cuela un aire gélido que aminoran las ganas de moverse tan solo un poco — tal vez cambiar de posición en la colchoneta sea una buena idea y merezca el intento, porque el brazo derecho ya no soporta más el peso del cuerpo. La cobija me cubre todo, y al principio no era por miedo; es decir, no a causa de los ruidos, las pisadas, que se escuchaban rodeando el exterior de la cabaña, sino por el intenso rumor de un invierno que no termina por irse. Después más ruidos, y una especie de voces y los tablones crujen y entonces mi cara no se asoma, no quiere, no se atreve, no puede, tiene una especie de premonición que va de la frente a la barbilla, una angustia, un presentimiento que se queda at...