Porque nos gusta engañarnos, pensamos y queremos creer en que las cosas pueden ser diferentes, en que todo lo que nos afecta directamente puede simplemente, un buen día, pasar de nosotros, dejar de ocurrir, pero muy adentro sabemos que eso es imposible, que aquello imposible solo ocurre en otras realidades, en otros campos de estudio, en otras distancias que no alcanzamos a dimensionar. Descansamos sobre nuestros hombros porque los demás están ocupados por sus propias cabezas que no tienen más remedio que dejarse al colchón que en sí mismo es nuestra manera de resolver el mundo, nos recostamos sobre la almohada de la resignación, nuestro cuerpo. Abrimos cada cuando un ojo, luego el otro, con la esperanza de que el mundo se revele despacio, que no sea un estallido violento que nos deje ciegos, que nos aturda. Sin embargo, el golpe es seco y nos envía al pavimento áspero, caliente de la calle, de esas calles que enseñan todo, y en ella sentimos la vida, la real, la que se le e...