En este día lluvioso, frío, azulado, y en un rincón de mi estancia, me miras fijamente desde el retrato. Una imagen en la que apareces con tu cabeza recargada en mi hombro y yo con esa boca que quiere sonreír y no puede. Me levanto de la silla para ir al otro lado de la habitación y recostarme en el sofá a recordarte, porque ya no estás o más bien nunca estuviste, te me escondías entre palabras repetidas, series y frases que salían, iban y venían, de tu boca a mí, y yo les daba la misma salida que para ti no era nunca la misma respuesta y sin embargo era el mismo tono de voz, la misma pausa, mi boca diciéndote la realidad de lo posible, la única respuesta que odiabas profundamente y deseabas tanto que fuese otra, que esas palabras tuvieran un sentido más práctico para que con ellas pudieras darle movimiento a esa estampa metida en tu imaginación que era un momento único e irrepetible. De cerca me doy cuenta lo hermosa que eras, aun con la serie de dificultades que me impedían ver...