En el campo, con cabeza levantada hacía las constélaciones: Piscis, Aries, Tauro, Cáncer, Leo, Escorpión, todos y, sin embargo, tan ausente de Libra, ando, poco o mucho, a la deriva. Ya en lo pétreo grabé la carga de deseos para evitar cualquier asomo de ansia: dejé aquello perderse en la bruma que eran letras. Porque en la búsqueda de lo más allá debo despojar mi cuerpo de dolores estancados, y para los que se avecinan, en el desespero por llegar a mí, ser ya no, lo que esperan — sigo. Basta de tanta ausencia es el pedido que hago ahora mientras trago pan, seco, sin hambre: costumbre ya innecesaria. Muerto al final de la poesía, me rehago, si quieres, cuando posicionado sobre otra tierra ignota, páramo digno de Rulfo, a esfuerzo agudo de vista, veo a una joven mujer, de aspecto precario, que sin abrir la boca y aunque yo esté en lo lejos, escucho su anhelo: “Aquí he vivido desde niña, no sé por qué pero siempre me ha gustado vivir aquí, en estas tierras de siembra; cuando t...