A Salvador no le hacía falta nada. Era un tipo que prácticamente tenía la vida resuelta: esposa, hijos, un trabajo estable que le permitía a él y a su familia vivir de manera relajada, uno que otro inconveniente de esos que ocurren cada tanto tiempo, pero nada fuera del otro mundo. Así, la vida de Salvador, fue lo que la sociedad gusta calificar de perfecta, vida plena, realizada. Estelita, la madre de Salvador, siempre quiso ver a su hijo con una carrera universitaria, le decía que para ser alguien en la vida tenía que estudiar, ir paso a paso, primero la educación primaria, luego la secundaria; realizar estudios de bachillerato y de ahí saltar a la universidad. Para eso vivía Estelita, para ver a su único hijo armado para la vida, con sus estudios completados, así pensaba ella. Salvador le cumplió a su madre ese sueño: se graduó allá por los noventas. “Ya eres todo un licenciado, hijo, como tu padre; serás el mejor, mejor que él”, le dijo a Salvador el día en que se tomaron la...