Hoy la noche me sabe amarga. El calor de verano se ha quedado afuera de la puerta de mi cuarto. Aquí todo es programas de televisión con risas grabadas; musicales perdidos en el limbo del mal gusto. Un libro sobre la mesa con el separador en la pagina 15 y de ahí no quiero saber más nada. Esta noche me duelen los labios por saber que no te sentirán. El teléfono sin sonar, y lo veo con coraje al intuir que no repicará. Hoy el sonido de mis pasos me molesta; la madrugada la siento sobre mis hombros y ni yo puedo conmigo mismo: no me tolero. Golpeo las paredes, y lanzo la lámpara que ilumina mi rabia al piso; grito, maldigo y desconozco al mundo. Reprocho por lo que fue y será; busco quien me la pague: mis emociones se encuentran y se enfrentan encarnizadamente hasta la muerte. Los por qué flotan en el ambiente cerrado y confuso de mi recamara. El viento azota las ramas de los arboles contra mi ventana, el perro se esconde debajo de la cama; las voces me dicen que la mate; las palabras retumban en mi cabeza, mutan en imágenes de una mujer lastimada por mis manos, y el auricular ya está en mi oído; los ojos saltones enrojecidos; la lengua humedeciendo mis labios. Las palabras afiladas escurriendo recuerdos sangrantes, están listas para salir disparadas al escuchar la voz de ella. Y ahora soy la ira hecha carne, la muerte son mis manos, la voz es mi herramienta, las palabras el cuchillo con el que te destazo al escucharte, y cuelgas, me dejas con la cólera royéndome lentamente. Y las ganas de destruirte se pierden al jalar el gatillo del arma que llevaba tu nombre.
La violencia en nuestro país es un reflejo de nosotros mismos: de todo lo que hemos dejado de hacer en conjunto por el bien y mejoramiento de nuestra sociedad. La historia de México se ha vivido en un marco de violencia desde antes de la conquista hasta nuestros días: somos un país que está aprendiendo a vivir en libertad. No debemos olvidar que somos una nación muy joven con poco más de 200 años de ser una nación independiente. No podemos esperar estar en niveles de calidad de vida comparables con naciones como lo son las llamadas de primer mundo, pues ellos son el resultado de su vasta historia, en las que ya cometieron sus propios errores y de ellos aprendieron. Ahora nos toca aprender de los nuestros. Hay que tomar en cuenta que el ejercicio y aplicación de nuestras libertades las hemos podido ejercer apenas hace muy pocos años y es por está razón que muchos no saben qué hacer con esa libertad: para ser libres hay que saber serlo. Es palpable la violencia dantesca que
¿Qué tendrá la mente que a veces nos juega esas malas pasadas?
ResponderEliminarHe llegado aquí desde el Face.
Bonito rincón.
Un saludo.
¡Gracias, saludos!
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