Deja
que prenda bien esta cosa. ¿Qué cosa? La laptop, a ver, es que se tarda, como
que quiere y no, es como un carro viejo que tarda en agarrar su ritmo. Ok, el
perro ladra, cállalo. Ya se calló. Bueno. Entonces. Y estábamos en el lago, la
puesta del mar… ¿Cómo, cómo? ¿Qué? ¿Estaban en un lago o en el mar?, y,
¿cómo carajo es una puesta del mar? Tienes razón, no tengo idea, de hecho nadie
la tiene, pero el mar se pone, eso seguro, de noche no. De noche desaparece, se
pierde, lo he visto, o sea, te asomas y nada: negrura. Tómate la pastilla. Ya
me la tomé. Bueno. A ver qué te parece esto: “Íbamos por la calle Austin rumbo
al bar…”. Espera, que el antivirus me está notificando no sé qué absurdo. Ya.
Bueno. “Íbamos por la calle Austin rumbo al bar de la esquina, me había quedado
de ver con una yonqui que prometió me presentaría con uno de los
narcomenudistas de la zona, o sea, quería entrarle al jale y…”, ¿pero qué
mierda es esto? ¿Qué, qué hice mal? ¿Calle Austin?, ¿narcomenudista?, ¿entrarle
al jale? ¿Podrías dejar tus preguntas?: tengo que estar regresándome a poner el
maldito signo de apertura a la pregunta y francamente ya me tiene cansado.
Bueno. Tienes razón: yo no sé nada de narcomenudistas ni de jales ni conozco
ninguna calle que se llame Austin. Pues no, obvio, a lo más que llegas es a la
calle Uruguay. Me entusiasmé porque estaba leyendo a Burroghs. Oye, así no se
escribe. ¿Qué no se escribe así? El nombre de ese escritor. Ah, ¿y cómo se
escribe? No sé, pero así no. Bueno. El caso es que estaba leyendo El almuerzo desnudo y no, es muy fuerte.
Marica. ¡No, pero es que salta pus de entre sus letras y el tono verdoso de la
piel de los personajes te impregna la visión! No me interesa. Dejé de leerlo,
sí, pero luego vine aquí a escribir algo. Me siento con la inspiración a flor
de piel, mira: “tomé su mano y le susurré en voz baja…”. No se puede susurrar
en voz baja. ¿No? No, no se puede. El susurro ya es en voz baja. Bueno,
entonces “le susurré un te amo que la recorrió...”. No, impublicable. ¿Lo
crees? Definitivamente. Espera, ¿has leído a Bukowski? Sí. Es muy bueno, no
tanto que pateara a su esposa. ¿La pateó? Sí, la pedaleó. O sea, ¿cómo? Hizo
movimientos como si estuviese pedaleando una bicicleta pero el caso es que lo
hizo en el cuerpo de su esposa, yo creo que no se dio cuenta, siento que la
fallaba la vista. No creo; es decir, sí, se tropezaba y se rajaba la cara por
borracho, él mismo lo dice, pero no habla de haberse estado quedando ciego como
Borges. A Borges le leían los mismos libros, ¿puedes creerlo? ¿Los mismos? Te
lo juro. No pues increíble. Bueno, no sé si los mismos pero sí le leían porque
ya no podía ver. Y eso te pone triste o ¿por qué lo dices como afligido, como
si lo sintieras realmente? Por payaso que soy nada más.
A
ver, va de nuevo: “llegué al hipódromo, bah, siempre las mismas personas, yo
odio a las personas, no quiero estar entre personas, yo solo quiero apostar, ni
siquiera me interesa ganar, yo sólo apuesto; descubrí un método para ganar, se
trata de irle apostando a…”. ¿Por qué te robas a Bukowski? No me robo a
Bukowski sino a Chinaski. Es lo mismo. No, no es lo mismo. ¡Es el mismo cabrón!
¡Qué no, puto! Ok, no peleemos. Estábamos en que agarré una inspiración de
aquellas, que por lo demás, ya me la estás quitando; no hagas eso, porque no es
fácil hacer reaparecer a las musas. Tus musas están muy pinches, muy
susurradoras. “Llegamos a la exposición de obras clásicas del mediterráneo; yo,
con una copa de vino tinto español en la mano derecha; ella, con un vodka…”.
Clichés. ¿A qué te refieres? A eso de la copa de vino y el vodka y después de
todo, ¿cuáles son las obras clásicas del mediterráneo? ¿Ves por qué tú y yo no
podemos estar juntos?: ¡qué importa cuáles son las obras esas, el chiste es que
funciona para mi narración! Yo me voy. Espera, pásame más café. A ti ni te
gusta el café. ¡Pásame más café y quítame a ese pinche gato patea pelotas, que
ya no aguanto la alergia! Te dije que no compraras un gato, pero no dejabas de
insistir, que porque te querías mimetizar con la onda esta de ser escritor.
Tonterías, y ya de paso veme trayendo las obras completas de Nitztche aunque no
le entienda ni madres, para ver si encuentro un soporte ideológico desde el
cual darle sentido a mis maravillosos —lo serán—, textos. Oye, estoy seguro que no
se escribe así el nombre de ese filósofo. Cállate, y por ahí tráeme una antología
de los poetas malditos para sentirme más en ambiente, mientras, lo volveré a
intentar: “Éramos muchos y parió la abuela y fue muy triste y nos abrazamos y
le dije a mi hermana que era tiempo de confesar y le confesé que la espiaba
cuando se metía a bañar…”. Leerte me da una especie de sida con cáncer. No
entiendes mi ritmo narrativo. Claro. Bueno, ya vete y cállate para que pueda
concentrarme, porque francamente tu vocecita chillona con la que he convivido
toda mi vida ya me tiene cansado, es más, ahora sí me tomaré el antipsicótico
para ver si así terminas por callarte. Ya ves cómo no te habías tomado la pastilla,
eres necio. Me tienen hasta la madre las pastillas, pero con tal de que cierres
el hocico… Inténtalo. No me retes… Pa luego es tarde.
Comentarios
Publicar un comentario