En el ojo del caballo vi su muerte, el trote del equino se perdió en la lejanía. No tuve el valor de gritarle a aquel hombre lo que había visto: sus brazos abrazaban el cuello ancho del caballo, con el sombrero ladeado y la sangre escurría sobre su espalda. En mi disertación sobre la vida y la muerte pasó por la misma vereda, como centella, otro caballo; sobre su lomo, un hombre que agitaba en el aire una pistola, y yo, ofuscado, seguí mi camino.
La violencia en nuestro país es un reflejo de nosotros mismos: de todo lo que hemos dejado de hacer en conjunto por el bien y mejoramiento de nuestra sociedad. La historia de México se ha vivido en un marco de violencia desde antes de la conquista hasta nuestros días: somos un país que está aprendiendo a vivir en libertad. No debemos olvidar que somos una nación muy joven con poco más de 200 años de ser una nación independiente. No podemos esperar estar en niveles de calidad de vida comparables con naciones como lo son las llamadas de primer mundo, pues ellos son el resultado de su vasta historia, en las que ya cometieron sus propios errores y de ellos aprendieron. Ahora nos toca aprender de los nuestros. Hay que tomar en cuenta que el ejercicio y aplicación de nuestras libertades las hemos podido ejercer apenas hace muy pocos años y es por está razón que muchos no saben qué hacer con esa libertad: para ser libres hay que saber serlo. Es palpable la violencia dantesca que
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