Necesidad de buscarte para desearte feliz día,
después cruzar la calle y verte desde el delgado poste que no logra esconderme.
No quiero. Te veo por la ventana. Caminas sin saber que estoy todavía
queriendo, esperando la oportunidad. Hablas con alguien. ¿Quién es? ¿Tu marido?
¿Tu amante? ¿Quién te hace reír tanto? Ah, bendita eres entre todas las
mujeres… ¿Adónde vas? ¿Te sigo? Allá te alcanzo. Sé perfectamente el lugar al
que vas. Tu desayuno. Predecible. Bostezo. Vuelves a tu casa y comes rápido.
Nunca has aprendido a saborear la comida ni la vida. Todo es diametralmente
opuesto a la felicidad lo que vives a diario. ¿Cómo puedes soportarlo? Los
hombres, dices. Sí, te entiendo, lo entiendo te lo juro, pero no puedo. Te acompaño
al trabajo. A la distancia me despido de ti. Paso en la noche. Ahí estás,
caminando por la calle donde nunca pasa nada, ¿cierto? Rutinaria. Sabes cuánto
me gusta ver el mar por las noches. Ven. Desvíate del camino. Sólo por hoy.
Juro te haré el daño necesario para liberarte. Así es la única forma. No hay
demasiadas opciones, ¿cierto? Sí, ya pasó todo. Déjate a mis brazos que te
recuestan sobre la arena. ¿Escuchas el rumor del mar? Conmovedor. Aquí me voy a
quedar a tu lado, no te preocupes, como alguna vez lo quisiste.
La violencia en nuestro país es un reflejo de nosotros mismos: de todo lo que hemos dejado de hacer en conjunto por el bien y mejoramiento de nuestra sociedad. La historia de México se ha vivido en un marco de violencia desde antes de la conquista hasta nuestros días: somos un país que está aprendiendo a vivir en libertad. No debemos olvidar que somos una nación muy joven con poco más de 200 años de ser una nación independiente. No podemos esperar estar en niveles de calidad de vida comparables con naciones como lo son las llamadas de primer mundo, pues ellos son el resultado de su vasta historia, en las que ya cometieron sus propios errores y de ellos aprendieron. Ahora nos toca aprender de los nuestros. Hay que tomar en cuenta que el ejercicio y aplicación de nuestras libertades las hemos podido ejercer apenas hace muy pocos años y es por está razón que muchos no saben qué hacer con esa libertad: para ser libres hay que saber serlo. Es palpable la violencia dantesca que
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