Alguien dice tocarme,
siento que alguien me está tocando, creo que alguien me ha tocado, juro que
sentí ese toque -una voz lejana dice que me miento, que todos me mienten, que
no hay tal dolor, que no existe, que no-, y yo sigo sintiendo ese toque que es
dolor en un grado muy menor, y una risa muy cerca se burla de mí, y yo siento
la sensación viva de ese toque, y después una carcajada, y yo de necio perjuro
que ese toque lo he sentido tan real como la vida misma –alguien se ríe de mí,
otra vez.
La violencia en nuestro país es un reflejo de nosotros mismos: de todo lo que hemos dejado de hacer en conjunto por el bien y mejoramiento de nuestra sociedad. La historia de México se ha vivido en un marco de violencia desde antes de la conquista hasta nuestros días: somos un país que está aprendiendo a vivir en libertad. No debemos olvidar que somos una nación muy joven con poco más de 200 años de ser una nación independiente. No podemos esperar estar en niveles de calidad de vida comparables con naciones como lo son las llamadas de primer mundo, pues ellos son el resultado de su vasta historia, en las que ya cometieron sus propios errores y de ellos aprendieron. Ahora nos toca aprender de los nuestros. Hay que tomar en cuenta que el ejercicio y aplicación de nuestras libertades las hemos podido ejercer apenas hace muy pocos años y es por está razón que muchos no saben qué hacer con esa libertad: para ser libres hay que saber serlo. Es palpable la violencia dantesca que
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