Luna
derramada, tardía, sobre el paraje desolado en donde descansa, totalmente
estirada con toda esa luminosidad vanidosa cubre todo el espectro; entonces
aparezco en medio, como actor en monólogo, y dicto la elegía del año crudo, añejo
que se está yendo velozmente. Trato de no verlo, para no acordarme de lo que me
dio; mas lleno de curiosidad, de reojo, alcanzo a morder un poco de lo que sí
quiero quedarme: lo guardo en la alcoba de mis tesoros.
Duermo.
El
satélite se encoje y se baña en el albor que ya se asoma.
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