Ir al contenido principal

Las cartas

Te escribo por necesidad. Para evitar el penoso suicidio avivado cada cuando al echar partes de olvido. Si pudieses ver cómo se alzan los cabellos del diablo. Tomé un poco de café, no para evitar dormir, pues soy amigo del insomnio, sino para sentir que puedo escribirte esta carta. Me embalsamo en alma de cigarrillo mientras escribo con esta temblorosa mano; la tinta se corre y las letras parecen no ser lo que deberían ser.

Ayer el perro por fin decidió irse de casa, ni adiós dijo, solo partió, posiblemente con la coqueta perra del vecino: vaya amantes. Quisiera poder hacer lo mismo, pero ¿con quién me iría?

¿Vendrás? ¿Algún día te tendré?

¿Qué esperarías qué hiciera para poder transformarte en la que espero? Lo siento, prometí no volver a presionarte. Pero apiádate de este que escribe.
Hace frío, este invierno  se presenta con altas notas. Compré un abrigo la última vez que salí, hace cien años, ya sé que puede parecer de risa que un abrigo pueda durar tanto, pero espero me creas, porque es cierto; no acostumbro mentirle a nadie, más que a mí.

Es hora de irme.

Esperaré tu llegada, pero debes saber que te escribiré tan pronto vea que no vienes.

P.D. Espero ansioso el día en el que pueda ponerte nombre y sepa entonces a dónde mandar todas las cartas.



Comentarios

Entradas populares de este blog

La violencia como producto de la sociedad (ensayo leído en el encuentro)

La violencia en nuestro país es un reflejo de nosotros mismos: de todo lo que hemos dejado de hacer en conjunto por el bien y mejoramiento de nuestra sociedad. La historia de México se ha vivido en un marco de violencia desde antes de la conquista hasta nuestros días: somos un país que está aprendiendo a vivir en libertad. No debemos olvidar que somos una nación muy joven con poco más de 200 años de ser una nación independiente. No podemos esperar estar en niveles de calidad de vida comparables con naciones como lo son las llamadas de primer mundo, pues ellos son el resultado de su vasta historia, en las que ya cometieron sus propios errores y de ellos aprendieron. Ahora nos toca aprender de los nuestros. Hay que tomar en cuenta que el ejercicio y aplicación de nuestras libertades las hemos podido ejercer apenas hace muy pocos años y es por está razón que muchos no saben qué hacer con esa libertad: para ser libres hay que saber serlo. Es palpable la violencia dantesca que

Nace un nuevo sello editorial: Capítulo Siete

Amigos, les comparto con mucho gusto este nuevo proyecto editorial que me honra dirigir y que nace de la mano conjunta de los poetas y editores Cristina Arreola Márquez (encargada de la dirección editorial), Mario Islasáinz, al igual que un grupo más de profesionales. Capítulo Siete es un proyecto que hemos estado trabajando desde hace varios meses. La fecha de lanzamiento será en febrero de 2018 junto con nuestro sitio web, pero nuestras redes sociales estarán activas a partir de enero. Capítulo Siete es un proyecto hermano de Revista Monolito; es decir, seguirá funcionando con normalidad pero de manera independiente al sello editorial, aunque trabajando en colaboración en lo que respecta a la difusión por parte de ambos proyectos. Les agradezco mucho la confianza que han tenido en nuestro trabajo desde hace ya 6 años que iniciamos con la revista, y les pido la extiendan a Capítulo Siete. Pasen la voz. Febrero 2018. Juan Mireles

Singular personaje

Al despertar, después de haber pasado el sueño de la expulsión, veo las arrugas en su rostro, pliegues que bajan por sus pómulos; en su frente: surcos, tal vez, por el ir y venir de pensamientos que durante mucho tiempo lo han marcado. Han dejado su huella para la posteridad. No sé, pero según me han contado, por eso los animales no tienen arrugas en la frente: “Es que ellos no piensan y como no piensan pues no tienen surcada la frente” -decían las arriesgadas-. Pues sí, puede ser, y bueno, tampoco me creo todo lo que dicen las que se arriesgan, las que van más allá de lo que podemos ver. De cuando en cuando veía cómo se internaban en dos túneles oscuros que bajaban como en tobogán, eso decían, que bajaban como si fuese un tobogán, y que ahí conversaban con dos cosas redondas, como esferas. En ese momento no sabía qué era una esfera, pero las arriesgadas siempre terminaban aclarándolo todo. Las arriesgadas siempre tenían una respuesta, pues nos platicaban que esas esferas conocían el e