Ir al contenido principal

De amores

Me sabes a tu lado, ¿no? ¿Hueles la loción? ¿Cómo no olerla?, si llenaste la tina con esa porquería; ahí, flotaban las botellitas… Exageras, mujer, ni aquí tus reclamos encuentran la paz. ¿Y qué paz? No me vengas con eso, viejo derretido. ¡Ah! ¡Calla, trapo deshilachado! A mí no me dices trapo deshilachado, ¡faltaba más!, pensé que por fin iba a descansar de ti, no verte más, ¿no es eso lo que prometían? Y qué se yo lo que prometían. El padre de la iglesia de San Agustín, esa que quedaba a unas calles de la casa, siempre decía que en el paraíso encontraríamos la paz y que ahí nos reuniríamos con nuestros seres queridos, pero claro, como nunca te dignaste a ir, ¡ni un domingo! ¡Bah! Tonterías, mujer. Ya veo que sí fueron puras tonterías, porque de “seres queridos nada”. Siempre quejándote, yo no sé cómo puedes vivir así. ¿Así cómo? Pues así toda amargada, energúmeno… ¿Amargada? ¡¿Energúmeno?! Ahora me insultas, claro, te has vivido insultándome. Es que, mujer, ponte en mis zapatos, eres muy difícil. No me quedan tus zapatos hediondos, y líbreme el señor, ¡si es que existe, porque mira que sigo esperándolo aquí a ver a qué hora se digna en venir por mí!, el ser tú. Ya, mujer, ya. Yo esperaba ángeles con sus alas blancas saltando entre nube y nube, con querubines danzando por ahí; ancianitos lindos con sus barbitas blancas tocando arpas y angelitas con sus trompetas de oro endulzando mis oídos para sentir esa paz del paraíso, pero, ve, lo único que escucho es tu voz salida de una botella de aguardiente que en vez de sentir paz, siento ganas de volverme a morir: es el infierno, oh, Dios mío –ella llora tierra seca-, he pecado, ¡te he fallado!, por eso estoy aquí en el infierno…, y mi penitencia es seguir soportando a mi marido. ¡Vieja chillona!, infierno es el mío, por no ir a misa Dios me castigó, y por eso me tiene aquí en este mismo hoyo. Tumba. Hoyo o tumba para el caso es lo mismo, ¡ay, qué hice mal! ¡Dios mío, perdóname por no haber creído en ti! De nada te sirve ya tu arrepentimiento, Alfonso, ya estás muerto, igual que yo, pero con la diferencia que yo sé que Dios vendrá por mí, no que tú…, te quedarás solo en esta tumba. Ay, ay, me pica los ojos la tierra, mujer, ¡que se cuela la tierra de mi lado! A ver si así ya te callas. ¡Inhumana! ¡Miope! ¡Víbora! ¡Alacrán! ¡Cuánto tiempo más tengo que soportarte! Es lo que quisiera saber, ¡Dios mío, recógeme ya! ¡Y no te olvides de mí! Alfonso, cállate, que si Dios te escucha te juro que me vuelvo a morir. No, hierba mala nunca muere, bueno fuera que sí. Mira, rata, ya me estás cansando, lástima que no tengo la plancha bufando vapores para aventártela en la cabeza para que de una vez terminen de caer esos pelos tiesos que te cuelga, ahí, todos grasosos, qué asco. ¡Já! Ahora resulta que te doy asco, vieja guanga, te voy a traer un espejo para que veas en lo que te has convertido, bueno, tampoco has cambiado mucho, como que ya de unos años para acá parecías una mendiga momia. Bien decía mi madre que no me casara contigo, que me darías puras penas, que nuestros hijos crecerían bajo el cobijo de un padre borracho, holgazán, infiel. ¡Tu madre era una bruja! Cállate, infeliz, respeta a mi madre aunque no esté ya entre nosotros: ella ya está a un costado de Dios. Estaba, porque seguro le dio una patada y la regresó a la tierra, ha de ser ahora un reptil. No insultes a mi madre –Antonia limpiaba la tierra que salía de las cuencas donde antes habitaron ojos-. Mujer, qué necesidad de seguir pelando, ven, abrázame mejor –Antonia movió sus huesos hasta quedar encima de Alfonso-. Tienes razón, mi viejito, después de todo hasta aquí en la muerte seguimos juntos. Por algo será, ¿no? Por amor. ¡O por las ganotas que nos traemos! Estate, Alfonso. Ah, y quién nos va a ver aquí metidos. No se te quita lo lujurioso ni porque tu cosa esa se te cayó hace mucho tiempo.



Comentarios

Entradas populares de este blog

La violencia como producto de la sociedad (ensayo leído en el encuentro)

La violencia en nuestro país es un reflejo de nosotros mismos: de todo lo que hemos dejado de hacer en conjunto por el bien y mejoramiento de nuestra sociedad. La historia de México se ha vivido en un marco de violencia desde antes de la conquista hasta nuestros días: somos un país que está aprendiendo a vivir en libertad. No debemos olvidar que somos una nación muy joven con poco más de 200 años de ser una nación independiente. No podemos esperar estar en niveles de calidad de vida comparables con naciones como lo son las llamadas de primer mundo, pues ellos son el resultado de su vasta historia, en las que ya cometieron sus propios errores y de ellos aprendieron. Ahora nos toca aprender de los nuestros. Hay que tomar en cuenta que el ejercicio y aplicación de nuestras libertades las hemos podido ejercer apenas hace muy pocos años y es por está razón que muchos no saben qué hacer con esa libertad: para ser libres hay que saber serlo. Es palpable la violencia dantesca que

Nace un nuevo sello editorial: Capítulo Siete

Amigos, les comparto con mucho gusto este nuevo proyecto editorial que me honra dirigir y que nace de la mano conjunta de los poetas y editores Cristina Arreola Márquez (encargada de la dirección editorial), Mario Islasáinz, al igual que un grupo más de profesionales. Capítulo Siete es un proyecto que hemos estado trabajando desde hace varios meses. La fecha de lanzamiento será en febrero de 2018 junto con nuestro sitio web, pero nuestras redes sociales estarán activas a partir de enero. Capítulo Siete es un proyecto hermano de Revista Monolito; es decir, seguirá funcionando con normalidad pero de manera independiente al sello editorial, aunque trabajando en colaboración en lo que respecta a la difusión por parte de ambos proyectos. Les agradezco mucho la confianza que han tenido en nuestro trabajo desde hace ya 6 años que iniciamos con la revista, y les pido la extiendan a Capítulo Siete. Pasen la voz. Febrero 2018. Juan Mireles

Serie de minificciones "Los amores"

I Descubriríamos después de mucho tiempo que, tal vez, no todo fue tan malo, y ese “no todo” tendría que corresponderte. II En la distancia nos reencontraremos, dijeron, que en la muerte seríamos otros y nos reconoceríamos. Hoy estoy aquí en mitad de la nada, esperándote: no llegas. III Acabaríamos mal, eso pensamos desde el inicio, nos sabíamos lejanos y lo intentamos, por necios, porque a veces vale la pena engañarse, seguir el juego de la inocencia. IV Lo nuestro no fue amor a primera vista, más bien fuimos construyendo algo importante con el paso de los días y las semanas; aquello más tarde se elevaría de tal manera que haría perdernos en la infinitud de la incertidumbre. Allá seguimos: quién sabe qué esté pasando con nosotros. V  Pensábamos la muerte cuando hablábamos de qué hacer si el otro faltara, que la ruptura sería trágica, y pensarlo se hacía insoportable; sin embargo,  hoy, cada quien sigue caminando por ahí, enamorándose de otras caras,